lunes, 22 de febrero de 2010

Imposición. Y van veintisiete años.

Son las diez de la mañana. La vieja "caput castellae" se levanta un día más en un miércoles medio lluvioso con 8 lacerantes grados centígrados. Pablo entra como siempre al bar de Lola y se dirige a la barra a desayunarse. Es veintitres de febrero de 1983 y los periódicos acumulan noticias negras que manchan los dedos de sus lectores. La empresa de Pablo no se puede decir que vaya muy bien y muchos amigos suyos sufren hace tiempo con resignación el desempleo. Otros han tenido más suerte y se han buscado la vida en Bélgica o Francia. Sin embargo Pablo, pese a la incertidumbre, aguanta al pie del cañón.

Al otro lado de la barra está Lola. Ella junto a su marido regentan el negocio y contemplan las historias que suceden ante ellos en un bar que heredó de su padre. La pared sostiene unas lamparas rústicas en una de las cuales se sostiene un banderín del Real Burgos. Una radio que tiene justo a sus espaldas escupe por su altavoz la potente voz de Luis del Olmo que acaba de fichar para Radio Popular; el televisor de la repisa tendrá que esperar hasta la una para poder opinar algo. Pablo hojea un ejemplar de diario como siempre leyendo por encima las noticias que golpean el pais aquella mañana: que si la ETA, que si Rumasa, más paro, más frío,... todo normal. Sin embargo hay un pequeño artículo que le hace gracia.

—¿Te has enterado de lo de ayer en el congreso, Loli?—preguntó sin subir la vista.
—¿Eso de lo de Ruiz Mateos?— dijo Loli mientras preparaba un café.
—No. Que se ve que han aprobado en Madrid lo de la autonomía.

Pablo cerró el periódico y se dispuso a tomar el café que le traía Loli. Abrió el sobrecito de azucar que anunciaba un tostadero local y lo vertió en la taza.
—Ah pues no sé nada yo de eso —dice Loli—. ¿Lo de la autonomía no era cosa de los catalanes?
—¡Nooo!. Es que han dado carpetazo ya al asunto regional y han aprobado el estatuto para que tengamos autonomía como las demás regiones. Pero a mi eso de juntar Castilla con León no sé yo,... no me acaba de convencer. Además Logroño se marchó. Y Santander también se ha separado...
—¡Pues que marchen, peor para ellos si se quedan solos!— replicó alguien desde la otra punta de la barra.

Quien así respondió era Eulogio, un veterano sindicalista de la UGT. Trabajador de la Cellophane y defensor de sus empleados en tiempos de la clandestinidad, la victoria socialista le había dado alas entre sus compañeros y era muy respetado desde entonces. Su confianza en la política socialista era total y no vacilaba en discutir todo lo que significaba un ataque a sus principios. Ya había callado muchos años su opinión, la cual le había propiciado algun susto que otro.

—En Burgos la gente lo tiene muy claro —prosiguió—. La autonomía para Castilla-León es la mejor solución, los burgaleses ya tuvimos suficiente con décadas de centralismo de Madrid y tenemos el mismo derecho que los demás a tener instituciones. Además que hace unos años se manifestó el pueblo por las calles para pedirla, que éramos bastantes...
—¡Hombre!, esa manifestación la organizasteis vosotros y vosotros fuisteis los que ibais en ella.—contestó al momento Pablo.
—¡Éramos diezmil o más, joder! —elevaba el tono Eulogio— Allí estaba todo Burgos... ¿donde se había visto eso antes en esta ciudad de curas y militares? Aquí tenemos a gente muy válida y podemos liderar lo que nos echen encima. A largo plazo saldremos ganando, ya lo verás. ¿Como coño va a competir Burgos con Bilbao si no tenemos autonomía?

Loli recogió un plato y, con cierta melancolía, exclamó :
—Pues en la escuela siempre se decía que Burgos era Castilla la Vieja. Y mi padre recitaba que Castilla la Vieja eran seis: Santander, Burgos, Logroño,...
—¡Bah! ¡Inventos de la dictadura!— dijo Eulogio elevando brazo y con tono despectivo— Y si nos ponemos así habría que resucitar hasta a los Reyes Católicos y al Cid. Ahí está Demetrio en la Isla que está luchando para que su tierra prospere y para eso tenemos que unirnos todos. Cuantos más seamos, mejor. En unos años esto va a pegar un cambio, creedme. Aquí si arrimamos todos el hombro vamos a ser mejor que los vascos, que son pocos y mal avenidos y en Burgos no somos menos que nadie. Es lo mejor para todos.

Luis del Olmo seguía hablando en su tertulia desde el fondo de la barra. Pablo dejó la taza sobre el plato y pagó a Loli el importe de su consumición. Se abrigó y despidiéndose, se encaminó hacia su rutina mañanera. Damián, un jubilado que pasaba sus horas en el bar sentado a la mesa había estado ocupado media mañana con su copa de brandy. Al paso de Pablo sentenció:
—Castilla-León, Castilla-León,... ¡Ni Castilla-León ni ostias! ¡Aquí teniamos que independizarnos y ponerles a todos un muro de cinco metros!
—¡Eso, eso! —replicaron todos a una—. ¡Y a ti de lendacari, Damián! —añadió Eulogio.

Pablo miró hacia el cielo. Daba la impresión que aquella mañana tampoco iba a salir el sol por ninguna parte.



Dedicado a todos aquellos que dudaron aquel día. Y también a los que no.